ORIGEN DEL PERROCÓMO EL HOMBRE CONVIRTIÓ AL LOBO EN UN PERRO DOMÉSTICO
Por Baltasar Pérez
La primera vez que nos encontramos con los lobos y cuál fue el origen del perro
Texto Alba García Iranzo* y José Luis Rubio de Lucas*
Se ha especulado mucho sobre cómo tuvieron lugar los contactos iniciales entre el hombre del paleolítico y el lobo. Todo parece indicar que el origen del perro podría situarse en algún momento del pleistoceno tardío hace alrededor de 30.000 años (muy aproximadamente), por parte de poblaciones humanas de cazadores recolectores.
Se postula que las manadas de lobos podrían servir a los hombres prehistóricos como centinelas de depredadores, ya que, atraídos por los desperdicios de comida, se mantendrían cerca de los asentamientos humanos.
Sin embargo, la hipótesis más aceptada para explicar el inicio de la interrelación, se centra en la recogida de algún cachorro de alguna manada próxima al campamento, y con una edad inferior a quince días, ya que, pasada esa franja de tiempo, el lobo no asociaría al humano como un líder protector.
Para explicar el proceso de adiestramiento, hay que considerar que estos animales tienen un desarrollo psíquico lento. En las fases tempranas de crecimiento se requeriría el control de su avidez por la comida, y pasados los dos o tres años, según se trate de machos o hembras, sería necesario dominar el aumento de agresividad tras el alcance de la madurez reproductiva. Cuando son más pequeños, los lobos se comportan simplemente de manera innata; por el contrario, cuando crecen, aprenden el lenguaje de los hombres, estableciendo un trato amistoso con su criador, aunque no con otras personas.
A partir de la experimentación con lobos en cautividad, se ha sugerido un método por el que se creé que nuestros antepasados pudieron realizar la incorporación de los cánidos a la caza. Se entiende que trabajarían con presas muertas e intactas de varios días; se le permitiría al animal manipular el cuerpo, pero antes de que comenzara a devorarlo, le ofrecerían un trozo de carne fresca; el lobo atraído por el olor de esta pieza, abandonaría el cuerpo y optaría por comer el alimento ofrecido.
Sin embargo, parece bastante difícil que esto se produjera de forma sistematizada, por lo que se entiende que los hombres primitivos incorporarían a los lobos cuando estos empezaran a mostrar interés por participar, cuando aún fueran jóvenes, lo que les facultaría a dominarlos con mayor facilidad tanto durante el traslado de la carne al asentamiento como después.
Para explicar el proceso de adiestramiento, hay que considerar que estos animales tienen un desarrollo psíquico lento. En las fases tempranas de crecimiento se requeriría el control de su avidez por la comida, y pasados los dos o tres años, según se trate de machos o hembras, sería necesario dominar el aumento de agresividad tras el alcance de la madurez reproductiva. Cuando son más pequeños, los lobos se comportan simplemente de manera innata; por el contrario, cuando crecen, aprenden el lenguaje de los hombres, estableciendo un trato amistoso con su criador, aunque no con otras personas.
A partir de la experimentación con lobos en cautividad, se ha sugerido un método por el que se creé que nuestros antepasados pudieron realizar la incorporación de los cánidos a la caza. Se entiende que trabajarían con presas muertas e intactas de varios días; se le permitiría al animal manipular el cuerpo, pero antes de que comenzara a devorarlo, le ofrecerían un trozo de carne fresca; el lobo atraído por el olor de esta pieza, abandonaría el cuerpo y optaría por comer el alimento ofrecido.
Sin embargo, parece bastante difícil que esto se produjera de forma sistematizada, por lo que se entiende que los hombres primitivos incorporarían a los lobos cuando estos empezaran a mostrar interés por participar, cuando aún fueran jóvenes, lo que les facultaría a dominarlos con mayor facilidad tanto durante el traslado de la carne al asentamiento como después.
Los hombres del paleolítico seleccionaron a los mejores ejemplares
En cuanto a la obtención de los mejores ejemplares, los hombres paleolíticos tuvieron que ser capaces de seleccionar los caracteres deseados y desechar los comportamientos más dañinos, buscando la docilidad frente a la agresividad. Al principio, la cría en cautividad debió basarse en el contacto de los lobos capturados con los salvajes, ya que los domesticados sentirían el impulso de reproducirse, y estarían más alejados de los grupos humanos en la búsqueda instintiva de pareja. Más adelante, cuando en un mismo asentamiento hubiera una hembra y un macho troquelados, ya no se requeriría la mezcla con los grupos externos al campamento, lo que haría más fácil la tarea de la domesticación.
Centrándonos en los perros, se ha demostrado que son capaces de encontrar comida siguiendo las órdenes dadas por el hombre, en contraposición a los lobos que, criados en cautividad, no son tan eficaces, a no ser que se realice el trabajo de forma continuada e insistente.
El fracaso del lobo muestra que el perro ha evolucionado adaptándose a la comprensión de los gestos del ser humano. Al comparar las habilidades comunicativas de perros y lobos en cautividad, se pudo observar que los perros, de forma instintiva, miraban a los ojos de la persona en busca de algún tipo de seña. Esta pauta muestra el desarrollo gradual que ha experimentado el cerebro del perro. Como resultado de este proceso, se ha tendido a crear un lenguaje que permite el entendimiento entre ambos usando generalmente tonos de voz aguda, y reforzando las órdenes con el cuerpo para facilitar su comprensión, etc.
Las notables características de los perros de fidelidad y docilidad son evidentemente comportamientos seleccionados de entre las camadas de lobos domesticados en el pasado. Este proceso, aparentemente sencillo de explicar, nos muestra la larga transformación de un animal salvaje e independiente en otro cuyos cambios adquiridos favorecieron la relación con nuestra especie, hasta alcanzar su máximo en la figura del perro.
La relación del hombre y el lobo fue tal que nos empeñamos en su adiestramiento para la caza e, incluso, para el manejo del ganado, convirtiéndole en amigo fiel creando al perro; esto, a pesar de las dificultades, aprovechando su carácter social.
Alba García Iranzo es graduada en Ciencias Ambientales por la Universidad Autónoma de Madrid. Sus intereses están dirigidos a la ecología y comportamiento del lobo y la relación entre los canidos y el Hombre.
José Luis Rubio es profesor del Departamento de Ecología de la Universidad Autónoma de Madrid. Su actividad de investigación se orienta a la ecología animal (básicamente reptiles) y al estudio de las relaciones Hombre-Animal (Etnoecología).