Para el siglo XIX, Matilde Montoya rompió esquemas y sentó las bases para que las mujeres pudieran estudiar medicina y otras áreas que iban dirigidas únicamente para los hombres
Desde pequeña, Matilde Petra Montoya Lafragua (1859-1939) tuvo que enfrentarse a los prejuicios y romper esquemas, ya que en el siglo XIX las libertades de las que ahora gozan las mujeres era algo impensable, pero que muchos de estos derechos fueron logrados por esta mujer, quien incluso se podría considerar como una de las primeras feministas en México.
Con tan sólo 12 años, Montoya Lafragua intentó presentar su examen como profesora de enseñanza elemental, lo que le fue negado, debido a que era muy pequeña para incursionar en dicho ámbito. Aunque esto significó un tropiezo, no fue un derrota, ya que Matilde buscaría otras opciones.
Un par de años después, cuando tenía 14 años años, logró aprobar el examen como partera en Cuernavaca, Morelos, y estudió durante un año la materia en la Nacional de Medicina, aunque tuvo que abandonar sus estudios por el fallecimiento de su padre y por la falta del apoyo económico para continuar con su carrera.
Mientras estudiaba, la mayoría de sus compañeros se quejaban de que una mujer estudiara con ellos e incluso pedían que entrara a las clases, especialmente en las disecciones, porque consideraban que la joven alumna “no tenía pudor en ver un cadáver desnudo”.
En la época se creía que las mujeres sólo tenían que estar en casa y cuidando de los hijos, por lo que ver a una joven estudiando fue todo un escándalo. Lo anterior a pesar de que ni la Ley de Instrucción Pública de 1867 ni la Constitución prohibían que Montoya Lafragua cursara sus clases.
Jamás se dio por vencida
Sin embargo, en 1873 tuvo oportunidad de regresar a la Escuela Nacional de Medicina y concluir sus estudios y se hizo con el título de partera, por lo que se convirtió en la primera mujer en graduarse como médico. A partir de ese momento obtuvo un amplio reconocimiento como obstetra, ya que llevó a cabo sus prácticas en el Hospital San Andrés, además de dar consultas privadas.
Dicho sea de paso, Montoya Lafragua nunca se dio por vencida en sus objetivos, ya que también fue maestra de nivel básico.
Sin importar sus amplios conocimientos y el reconocimiento que había obtenido, en 1875 fue objeto de las difamaciones y envidias por parte de los médicos de Puebla, ya que no era bien visto que una mujer fuera protestante y simpatizante de la masonería.
Como mujer de convicciones y de constante preparación, Montoya Lafragua se matriculó en Puebla en la Escuela de Medicina y Farmacia, pero para obtener su título necesitaba de la aprobación del gobernador y una orden del entonces presidente Porfirio Díaz, por lo que obtuvo ambas. Y el mismísimo presidente fue quien le entregó el título de Médico Cirujano Partero.
La lucha y la incansable búsqueda de conocimiento y oportunidades por parte de Matilde Petra Montoya Lafragua sirvió como precedente para que muchas mujeres emprendieran sus estudios, no sólo en la medicina, sino en otras áreas que hasta ese momento estaban dominadas por los hombres.
(Vía: El Heraldo de México)