Escapada a Mérida como local
La capital yucateca nos recibe con una sonrisa. Es el saludo de dos viejos conocidos que, después de mucho tiempo de no verse, se reencuentran, transformados, listos para ponerse al corriente y emocionados por escribir nuevas aventuras. Es un gesto alegre, cómplice y elocuente que, rápidamente, nos identifica y, desde que aterrizamos en la ciudad y nos comenzamos a adentrar en sus calles históricas de decidido espíritu caribeño, nos da la bienvenida. “Es la misma Mérida de toda la vida”, parecen decir las coloridas casonas que delinean al legendario Paseo Montejo, testimonio de la opulencia económica que, desde hace más de un siglo, impulsó el desarrollo de la metrópolis y sus alrededores, “pero, todavía, tengo muchos secretos que revelar”, añaden los cientos de negocios de reciente apertura que, detrás de los muros antiguos, trazan una urbe moderna y cosmopolita. Ahora la sonrisa es nuestra y su mensaje es inequívoco: “qué bien se siente estar de vuelta en Yucatán”.
Verano local
Precisamente dos cuadras al oeste del Paseo Montejo, la calle 62 sintetiza el carácter que rige el centro de la ciudad: cuadras arboladas, seguidas de largos tramos sin sombra; construcciones vetustas, cuya arquitectura nos conecta con sitios tan cercanos y disímiles como Nueva Orleans y La Habana; y una sucesión de pequeños negocios, entre cafés, tiendas, bares y galerías, que ofrecen a viajeros y locales un refugio del pesadísimo sol veraniego.
Aquí, entre las calles 39 y 41 –quien haya visitado la capital yucateca sabrá ya lo fácil que es navegar su cuadrícula urbana minuciosamente numerada–, la Casa Castellanos se suma a la oferta de propiedades en renta que han transformado algunos de los inmuebles antiguos de la ciudad para convertirse en albergues modernos, perfectos para cambiar de dirección y pasar una temporada en el paraíso. Apostando por los espacios abiertos para combatir el calor y armonizando su elegante diseño clásico con un frondoso patio, completo con alberca, la casa es parte de la colección de propiedades de Airbnb que nos invitan a vivir Mérida como si fuéramos sus residentes y que, de acuerdo a la misma plataforma, la han convertido en uno de los 10 destinos mexicanos más populares durante estas vacaciones.
Animados por nuestra condición de “viajeros y residentes”, y convencidos de que la mejor manera de explorar un sitio nuevo –sobre todo uno tan sujeto a sus raíces, como Mérida– es acompañado de las personas que lo viven día a día, emprendimos un viaje de medio día hacia los cenotes de Nah Yah y Suhem de la mano de Moisés, un guía local con la experiencia suficiente para encontrar dos ojos de agua que se encuentran fuera de las rutas turísticas más visitadas y que nos tuvieran a nosotros como únicos visitantes. El recorrido –reservado, también, a través de Airbnb– incluyó un paseo por la hacienda de Pixyah, ubicada apenas a unos metros de los cenotes, y un festín de panuchos y salbutes en casa de doña Nancy, que nos terminaron de acercar no sólo al corazón natural de la región, sino también a su profundo patrimonio cultural.
Un lienzo en blanco
Mientras que la versión más aceptada sugiere que el sobrenombre de la Ciudad Blanca corresponde a las construcciones de piedra caliza que caracterizaron a los primeros desarrollos urbanos de la zona, lo cierto es que, con el paso de los años, Mérida ha sabido reinventar su código genético, como si se tratara de una página en blanco en donde cada generación ha reinventado su idea de hogar: siempre orgullosa de su historia, atenta a su entorno natural y lista para renacer. Hoy, quien visite la ciudad, ya sea por unos días o varias semanas, encontrará una metrópolis con los pies plantados en la tierra y la imaginación puesta en el futuro.
Para comprobarlo, basta una visita a Agua de Mar, en donde el chef Luis Rufino y la mixóloga Valerie Magaña proponen una experiencia culinaria de ingredientes locales –desde las flores de calabaza de su propio huerto, hasta la pesca del día que, desde luego, respeta las especies protegidas y los tiempos de veda– y voluntad transformadora que desafía los límites de la cocina yucateca. Inaugurado en febrero de 2020, tras cuatro años de trabajo, el restaurante –que, en palabras de Luis, celebra “el origen, la pasión y la alquimia”– propone un recorrido por el estado, al mismo tiempo que desafía las convenciones de una de las grandes urbes gastronómicas de nuestro país. Así lo demuestran recetas como el estofado de venado, los cortes de esmedregal y el taco de maíz dulce y mamey; todo, maridado con acaso la colección de vinos orgánicos y naturales más ambiciosa de la ciudad.
Terminamos el día en el Acervo Mezcalero, un pequeño bar que presume destilados de todo el país, además, claro, de una inagotable oferta de mezcales de diferentes regiones y perfiles, todo en un ambiente desenfadado e ideal para pasar una larga noche dedicada a celebrar esta nueva vida de Mérida que, hoy, vuelve a renacer.
No hay lugar como el hogar
Mérida se antoja infinita y, para explorarla a profundidad, así como sus alrededores, vale la pena planear un viaje de larga duración. Las propiedades en renta de Airbnb –muchas de ellas al interior de antiguos inmuebles restauradas– resultan ideales para vivir una ciudad como si fuéramos sus residentes habituales. Nuestra recomendación es procurar un hospedaje en el centro, desde donde sea fácil visitar algunos de sus sitios más emblemáticos, así como nuevas propuestas. Y, para completar el viaje, las experiencias de Airbnb ofrecen desde tours arqueológicos hasta clases de cocina.
Por Domingo Álvarez
(Vía: El Heraldo de México)