Hablar de Martin Scorsese es hacerlo de un legado cinematográfico único, brillante y, sin duda alguna, irrepetible. De un compendio de piezas tan extraordinarias como variadas que no entienden de géneros ni tonos; tan sólo del cine más puro, entregado con devoción por el genio neoyorquino desde su debut a mediados de la década de los sesenta. De lo que sí entiende el cine del maestro es de un estilo y obsesiones propias, siendo dos de las más recurrentes la espiritualidad y el universo de la mafia, que tantas alegrías nos han dado en joyas como “La última tentación de Cristo” …









