Un proyecto científico que prueba la relación entre el placer y el arte y la importancia de la educación artística infantil.
Las primeras manifestaciones artísticas se presentaron a la par de las primeras huellas de los asentamientos de las civilizaciones y aunque en ese entones cumplían más una función de comunicación o artesanía, también cumplían un objetivo estético. Conforme se fueron desarrollando las civilizaciones el arte adquirió un carácter de mayor espiritualidad y trascendencia, generando fuertes discusiones psicológicas, sociales y filosóficas.
La neuroestética se formalizó como una disciplina científica a partir del año 2002 y se dedica a investigar la interacción entre la observación de un objeto artístico y los mecanismos cerebrales que influyen en la respuesta emocional al mismo. Esta disciplina se apoya de la neurofisiología y la neuroimagen, que estudia los procesos visuales en el cerebro.
Según el doctor Juan Carlos Portilla, investigador de la Sociedad Española de Neurología, existen diferentes áreas en el cerebro que interaccionan durante la experiencia artística; cuando se observa un cuadro o se escucha una canción, se produce una respuesta sensorial y motora, después, interviene el conocimiento y el significado, que dependen de la experiencia, el contexto y la cultura de cada individuo y finalmente, entra en juego la emoción y la valoración, sujetas al sistema de la recompensa que involucra al placer de cada individuo.
Estudios de la neurociencia han observado como las zonas asociadas con la recompensa y el placer se activan como respuesta a un estímulo artístico; en pocas palabras, el cerebro responde ante una obra de arte de la misma manera que al disfrutar un delicioso platillo. Otros estudios de la neuroestética relacionan las actividades artísticas con el desarrollo de una mayor plasticidad cerebral, por estos motivos, el arte se emplea como complemento terapéutico en distintos trastornos mentales como el alzheimer, la depresión o la ansiedad.
«Aunque existen unos mecanismos comunes cerebrales de respuesta ante un objeto artístico, la influencia cultural y la relación individual con el objeto observado son determinantes», comenta Juan Carlos Portilla, con relación al contexto de los espectadores o creadores y una obra de arte.
Esto quiere decir que no por el simple hecho de presenciar o crear una pieza artística el cerebro de todas las personas reaccionara de la misma manera, como toda disciplina se requiere un trabajo constante para obtener mejores resultados, como lo afirma el doctor Portilla, en entrevista con El País;
«Teniendo en cuenta los complejos mecanismos cerebrales que entran en marcha durante los procesos creativos, el estimular la participación en el desarrollo de estos procesos facilita una mejor función cerebral y mejor desarrollo de conectividad entre las distintas áreas y funciones cerebrales implicadas. Funciones como la atención, memoria, capacidad visuoespacial, etcétera están directamente asociadas a los procesos de creación artística».
Es por eso que se debe reforzar la educación artística desde la infancia, como materia obligatoria y no complementaria, aplicar métodos mucho más novedosos y que correspondan a los procesos cognitivos propios de cada edad, como lo plantea Chema Mesías, autor del libro Educación Artística Sensible, en donde plantea un sistema para los centros educativos que apuesta por prácticas de proximidad colaborativas con alumnos y profesores;
«Los niños viven el hoy, su entorno, para ellos es más natural el arte contemporáneo que el clásico, llegan a él sin prejuicios. Intentamos además traer a algún artista joven, para que se rompa la concepción de genio consagrado, los invitamos a que habiten el espacio, que convivan y desarrollen proyectos con los profesores y los estudiantes».
Con este proyecto no sólo se refuerzan las teorías desarrolladas gracias a la neuroestética, también se crean vínculos entre el arte y las nuevas generaciones que ayudaran en un futuro no muy lejano a mantener ciudadanos con una mejor salud mental y emocional, con los múltiples beneficios que esto conlleve, como una comunicación y expresión más abierta, asertividad creativa, empatía, entre otros. Todo esto gracias a la estrecha relación que tiene el arte con el placer.
(Vía: CulturaColectiva)