Adiós a la turismofobia: El turismo regenerativo mejora el viaje y el destino
Los efectos de la pandemia sobre el sector han promovido planteamientos más sostenibles, con menos impacto ambiental y que redunden en beneficio de los habitantes de las zonas que reciben miles de viajeros.
Mientras continúa la excéntrica moda de los llamados “vuelos a ninguna parte” que comienzan y terminan en el mismo aeropuerto para calmar las ganas de volar de algunos turistas, un concepto antagónico planea sobre el sector turístico: el viaje regenerativo. “Se trata de dejar el lugar de destino no solo igual de cómo se encontró, sino mejor”, explica Silvia Grünig, doctora en Urbanismo por la Universidad de París y profesora del máster de sostenibilidad turística de la UOC. Es decir, mejor para los residentes locales (y no únicamente para los empresarios del sector), mejor para el medio ambiente y mejor para el turismo del futuro.
Aunque propugnar una nueva manera de viajar puede parecer un “unicornio”, señala The New York Times, varios países y un puñado de operadores turísticos están trazando un posible camino para el turismo post-vacuna. Básicamente se trata de encontrar otra manera de viajar que sea económicamente viable, preserve los ecosistemas y respete el tejido social de pueblos y ciudades.
El placer de caminar por el bosque, sin prisas, lejos de la ciudad, sin necesidad de viajar a otro país será más valorado Otras Fuentes
“La clave del turismo regenerativo es recuperar el concepto de hacer bien las cosas. El nombre da un poco igual, lo importante es que un destino tenga la capacidad de elegir a sus visitantes”, opina José María de Juan, vicepresidente de la European Alliance of Responsible Tourism and Hospitality y socio director de Koan Consulting. “El turismo low cost va en contra de la sostenibilidad, lo que no quiere decir que no haya que buscar la máxima eficacia en costes. Pero si el modelo es viajar a Marruecos, porque el vuelo sale muy barato y, una vez allí, alojarse en un Airbnb, que a lo mejor es propiedad de un californiano, antes de regresar con una artesanía fabricada en China pues, claro, eso no es sostenible ni probablemente tampoco turismo”, considera este experto.
El nuevo neo-colonialismo
Los expertos advierten que los viajes tan baratos lo son porque ofrecen unos salarios muy bajos a los que trabajan en el sector
El punto de partida es que pese a que el término “sostenibilidad” figura en el primer plano de la agenda política desde los años 90, la actividad turística no ha dejado de crecer desde entonces, provocando impactos medioambientales cada vez mayores. Paralelamente, las iniciativas puestas en marcha para abrazar la sostenibilidad se han basado en enfoques tecnológicos para maximizar la eficiencia de las empresas turísticas y minimizar sus efectos negativos. Sin embargo, el turismo regenerativo reivindica, además de la soluciones internas que aplican los negocios turísticos para reducir su huella ecológica, que los ciudadanos no sientan la presencia de turistas como una amenaza, sino como algo beneficioso, por lo que propone ampliar el alcance del término “sostenibilidad” al bienestar de los residentes y la conservación de los recursos naturales.
“Es muy bonito desear que viaje todo el mundo, pero no a costa de otros. Eso es neo-colonialismo”, opina De Juan. “El low cost juega mucho a eso, a que lo importante es que el viaje y la estancia de los turistas sean muy asequibles. Pero también hay que preguntarse por qué son tan baratos”, advierte en relación a los bajos salarios y la escasa cualificación de gran parte de los trabajadores del sector.
En la práctica, el turismo regenerativo es la enésima vuelta de tuerca de un sector que podría perder hasta 197 millones de puestos de trabajo al finalizar el año 2020, según prevé el World Travel and Tourism Council, y que desde 1990 ha acuñado etiquetas como “ecoturismo”, “turismo sostenible”, “turismo inclusivo”, “turismo responsable”, “turismo justo” o “turismo comunitario” para expresar con palabras distintas una misma necesidad.
Sin embargo, estas denominaciones no han traspasado en muchas ocasiones los umbrales de los departamentos de marketing y han acabado convirtiéndose en simples fuegos de artificio. “Hay que matizar –interviene Grünig– que el turismo sostenible no es una modalidad de turismo. Todas las modalidades de turismo y todas las actividades humanas han de tender a ser sostenibles en tres vértices al mismo tiempo: social, económico y medioambiental”.
Cambios que apunta la post-pandemia
Pudiera ser que la gente viaje menos y que planifique menos visitas internacionales y dedique más tiempo a conocer su país
El turismo regenerativo es, por ahora, una amalgama de ideas. Con el mundo en pausa a consecuencia de la covid-19, algunos países han empezado a hacer planes para un reinicio más sostenible. La oficina de turismo Visit Flandes, por ejemplo, está reorientando su oferta para potenciar los viajes por el interior del país. “No es necesario viajar a la otra punta del mundo para tener una experiencia placentera. En el futuro, la gente quizá combinará un viaje nacional y otro internacional, en lugar de dos o más internacionales”, pronostica Elke Dens, directora de marketing de Visit Flanders, la organización turística del norte de Bélgica. “Cada vez más gente quiere ver mundo. Pero si queremos que puedan viajar, todos deberíamos hacerlo con un poco menos de frecuencia. Eso sí, cuando lo hagamos, lo experimentaremos profundamente”, concluye.
Otra de las iniciativas de Visit Flanders consiste en vincular a los visitantes con la población local que comparte la pasión por la historia para lograr que sus vivencias y recuerdos se conviertan en un elemento central de las visitas a los campos de batalla donde se desarrolló la I Guerra Mundial.
No obstante, el término “regenerativo” no es una idea nueva y se aplica ya en economía, agricultura, arquitectura, etc. para crear las condiciones necesarias para que cualquier sistema (también el turismo) se auto-organice, regenere, prospere y evolucione siguiendo los principios de la economía circular. “Fundamentalmente, implica nuevos patrones de pensamiento que se basan en observar cómo funciona la naturaleza en lugar de cómo lo hacen las máquinas”, explica Dens.
Pero Bélgica no es el único país que apuesta por el turismo regenerativo. También Nueva Zelanda ha puesto en marcha la campaña “Haz algo nuevo este invierno” para reorientar su oferta hacia viajes más “lentos” (para lo que ha reforzado la red de senderos locales, entre otras muchas actuaciones) para favorecer que sea posible permanecer más tiempo en un lugar y que la experiencia viajera adquiera un significado más profundo. Sobre este particular, algunos analistas comienzan a proponer sistemas de tasación que graven las estancias más reducidas y beneficien a quienes pasan más tiempo en un sitio.
Tal vez por ello, cada vez más empresas turísticas kiwis están intentando crear un vínculo emocional con los lugares a través de experiencias memorables que impulsen visitas posteriores. Ziptrek Ecotours propone en Quenstown, al sur del país, plantar árboles y reivindica la palabra “tiaki”, que significa cuidar a las personas y al lugar; Kohutapu Lodge ofrece empleo local, aprovisiona a las escuelas de alimentos y propulsa muchas otras actividades empresariales en la región; Rotorua Canopy Tours está eliminando progresivamente las plagas de los bosques a medida que hace crecer su negocio; Dive Tutukaka preserva las reservas marinas cada vez que alguien recurre a sus servicios, etc.
También los líderes de Hawái están discutiendo el reposicionamiento del país como destino cultural con la esperanza de volver a involucrar a los isleños, muchos de los cuales están hartos del exceso de turismo. En una encuesta realizada en 2018 por la autoridad de turismo de Hawái, dos tercios de los encuestados estuvieron de acuerdo en que “Esta isla está siendo administrada para los turistas a expensas de la población local”. Por este motivo, Hawái está intentando librarse de ser conocida simplemente como un destino de sol y playa para apostar por otras modalidades de turismo, al entender que hay razones de peso para pensar que el mundo de los viajes será permanentemente diferente del que había antes de la Covid.
Pero la lista es mucho más larga: en el año 2026, como muy tarde, los fiordos noruegos estarán libres de emisiones contaminantes, según ha decidido el parlamento del país, lo que obligará a los cruceros y transbordadores a cambiar drásticamente sus prácticas. Por su parte, 22 grupos de viajes, entre los que se incluye G Adventures, el organismo que comercializa destinos como Eslovenia, así como la Asociación Comercial de Viajes de Aventura, han suscrito 13 principios rectores para exigir “una distribución justa de los ingresos” y “primar la calidad por encima de la cantidad”. A su vez, la prensa especializada, caso de Hosteltur, ha comenzado a publicar artículos sobre el turismo regenerativo que proponen, por ejemplo, convertir a Mallorca en un modelo de referencia internacional basado en la economía circular que devuelva a la isla la capacidad de tener resiliencia climática (convirtiéndose en un ejemplo de protección del mar Mediterráneo) y apoye la producción local (desde comida hasta toallas).
Sin embargo, está por ver si el turismo regenerativo se convertirá en un nuevo brindis al sol, en tanto hay indicios de que el sector aspira a recuperar tan pronto como sea posible el viejo modelo de sol y playa y el todo incluido barato sobre el que se ha sustentado el turismo de masas desde el último tercio del siglo XX. “Los principios del turismo regenerativo son loables. Sin embargo, corre el riesgo de convertirse en una etiqueta más como el turismo sostenible o el ecoturismo de los años 90, es decir, en otro greenwashing (o lavado verde) que trasforma muy poco la manera en que viaja el grueso de la población”, argumenta Josep Ivars, profesor de Geografía y Turismo en la Universidad de Alicante y miembro del Instituto de Investigaciones Turísticas.
“Lo que se está viendo –señala este gurú– es que algunos tipos de desarrollo turístico no resultan buenos negocios pues masifican el entorno urbano, desplazan a la población local, saturan las infraestructuras, destruyen el patrimonio… algo que también se observa en municipios del litoral, como Torrevieja y Calpe (Alicante), que están a la cola en renta familiar disponible”. Pero “el turismo no es una actividad negativa de per se”, aclara Ivars para desmarcarse de cualquier intento de demonización. “A mis alumnos siempre les hago una pregunta que parece absurda: ¿para qué planificamos? ¿para atraer turistas o para el bienestar de la población local?”, desvela.
Pero la pregunta del millón es posible que siga sin respuesta, al menos hasta que el final de la pandemia ponga las cartas boca arriba. De hecho, el sector sigue debatiéndose entre lo que Grünig denomina “una parálisis de la imaginación”, un concepto acuñado por el pensador austriaco Iván Illich para expresar la dificultad de plantear escenarios alternativos a la lógica capitalista. “La gente no quiere más que volver a lo que había antes porque no se le ocurre que pueda haber otra manera de hacer las cosas. Pero ahora tenemos una oportunidad porque el modelo que teníamos ha llegado a su límite y está haciendo aguas. La cuestión en estos momentos es pensar qué caminos hay para salir de los líos en los que nos ha metido el ansía de crecer”, señala esta investigadora experta en post-desarrollo, reconstrucción del territorio y decrecimiento.
.-Con información de La Vanguardia