Gritos de “¡vergüenza!” y abucheos acompañaron al príncipe Guillermo ayer a su llegada a la Abadía de Westminster. El príncipe llegó sin Kate Middleton y vestía traje de civil, decorado con la insignia de delfines que caracteriza a los miembros del Submarine Service de la Armada Real Británica y las dos medallas de los Jubileos de su abuela la reina Isabel II en 2002 y 2012. Y su presencia obedecía a su título honorífico de Comodoro en Jefe del Servicio de Submarinos. Pero el motivo de la ceremonia era, tal vez, un tanto siniestro, y también convocó a centenares de activistas, entre los que se encontraba el músico Brian Eno, según informaba la BBC. Porque lo que allí se honraba era que, en abril de 1969, el primero de los submarinos británicos armado con misiles balísticos nucleares Trident entró en servicio permanente.
Desde entonces, y a lo largo de 50 años, no ha habido ni un sólo minuto en el que al menos uno de los 350 submarinos capaces de esta tarea no haya patrullado el océano con una única misión: portar armamento nuclear suficiente como para que cualquier país que pensase en atacar Gran Bretaña no pudiese evitar una respuesta atómica capaz -especialmente con los actuales Astute- de convertir en ceniza ionizada a buena parte de los enemigos de Albión. Se trata de la Operación Implacable, un resto de la Guerra Fría todavía en activo y parte integral de la estrategia de defensa del Reino Unido.
Pero sí, a Guillermo le han abucheado por ir a una misa que conmemora que, incluso ahora mismo, un artefacto casi indetectable capaz de desplazar más de 7.000 toneladas y patrullar sin tregua durante 35 años surca algún punto del océano, armado con megatones suficientes para destrozar un país entero en pocos minutos.
(Vía: Vanity Fair)