Cuando éramos niños pasábamos horas imaginando y dibujando, la vida era más feliz, entre crayones y hojas blancas sin preocupaciones, deudas o para ser precisos, sin la vida adulta. Podíamos pasar mucho tiempo sentados sin necesidad de una tablet o un celular, simplemente bastaba con acabar de ver nuestra caricatura favorita o mirar las nubes para plasmar eso que teníamos en la mente en una hoja en blanco. De hecho, a los más traviesos, no les bastaba con tener papel, sino que también utilizaban las paredes como el lienzo perfecto o en el peor de los casos, su propia ropa …









