Roma: La ciudad eterna

Pareciera inmutable, pero no lo es. Tras las ruinas de su antiguo imperio habita un sitio trepidante en el que siempre hay muchas sorpresas. Aquí, unas cuantas pruebas de ello.

Las tres teníamos una razón para visitar la capital italiana…

Para mi hermana era “la ciudad de sus sueños”, una fantasía alimentada por filmes como Eat Pray Love y The Great Beauty, de Paolo Sorrentino.

Para mi amiga C. era un asunto de curiosidad y amor por sus increíbles atardeceres.

Y para mí, una segunda oportunidad, y es que la primera vez todo salió mal: un artista del robo desapareció mi cartera, y sola y sin dinero me dediqué a deambular por las calles que, al menos, son como un enorme museo gratuito gracias a sus imponentes fuentes y monumentos.

Así que cuando surgió la idea del viaje, lo pensé más de una vez, pero acepté. Después de todo, adoro las mismas películas que mi hermana y amo los atardeceres tanto como mi amiga C., así que abracé sus proyectos e hicimos las maletas.

Una mirada espectacular

En “Las simples cosas”, la legendaria Chavela Vargas canta que “uno vuelve siempre a los viejos sitios en los que amó la vida”.

Pensé durante años que esa era la última razón por la que volvería a Roma, no obstante, mi percepción cambió en cuanto presencié la primera puesta de sol en el monte Pincio, adonde C. nos había llevado para tomar fotos en la golden hour.

Apenas y podíamos respirar cuando llegamos a lo más alto, tras subir las decenas de escaleras que llevan a la terraza situada en la punta del monte y desde donde es posible ver la Plaza del Pueblo que, adornada por el obelisco Flaminio (valioso monumento egipcio dedicado a Ramsés II), estaba llena de familias y vendedores ambulantes de objetos absurdos y maravillosos, como globos de luz y pájaros de metal que, al lanzarse, parecían aves emprendiendo el vuelo.

Y ante toda la magnificencia que muestra desde las alturas, al fin me reconcilié con Roma.

Divertida y monumental

Una vez instaladas en el que se convirtió nuestro hogar (una casita de tres pisos ubicada en un callejón: Vicolo del Divino Amore, que conseguimos en Airbnb),dedicamos la primera parte de nuestro viaje a visitar los puntos básicos, ya que para mi hermana y para C. todo era novedad.

Por supuesto fuimos al Coliseo, a las plazas Venecia y de España, al Panteón de Agripa y arrojamos unas monedas en la Fontana di Trevi, donde pedimos un par de deseos.

Pero Roma es pequeña y los highlights culturales se agotan pronto, por lo que decidimos explorarla a través de lugares poco obvios en una ciudad cuya arquitectura engaña a cualquiera: a veces todo luce igual, pero detrás de cada puerta se ocultan otros mundos.

Nos dejamos guiar, por lo tanto, por nuestro amor a la comida, y la cinta Eat Pray Love(Comer, rezar y amar) se convirtió en una guía evidente.

Y es que en el libro que inspira la película,Elizabeth Gilbert escribió sobre la capital italiana: “Hay una lucha de poder en Europa… Las ciudades compiten entre sí para saber cuál emergerá como la gran metrópoli europea del siglo XXI. ¿Será Londres? ¿París? ¿Berlín? Todos se esfuerzan por superarse… pero Roma no se ha molestado en unirse a la carrera… Observa el alboroto y el esfuerzo de los otros imperturbable. Me inspira la seguridad que se tiene a sí misma… tan divertida y monumental, sabiendo que está sujeta con seguridad en las manos de la historia. Cuando sea vieja, quiero ser como Roma”.

Las palabras de Gilbert nos animaron y comprobamos que en efecto así es este maravilloso destino.

Sus  pequeños tesoros

Mientras buscábamos dónde cenar en las inmediaciones del Museo di Roma hallamos Altroquando, una pequeña librería con objetos de diseño y pósters de películas clásicas (claro, está el de Roman Holiday, con Audrey Hepburn) que oculta un pub en su sótano, así que tomamos un par de cervezas allí mientras decidíamos qué se nos antojaba. ¿La respuesta? ¡Pasta y pizza!

Por suerte, a sólo unos pasos encontramos Mimì e Cocò, un restaurante que destila frescura. Las mesas separadas apenas por milímetros y la ocupación romana, casi en su totalidad, nos dio buena espina. Lo mejor fue su menú sencillo y accesible.

¿La parte mala? Una larga lista de espera que sólo fue mitigada por una auténtica joya que hallamos justo al lado: Ciao Vintage by Antichita Carnovale, tienda que desde 1955 vende increíbles prendas y accesorios vintage sumados a una selección de antigüedades del mundo de la moda.

Los suspiros se nos escaparon cuando descubrimos un Rolex de los años 20 y joyas diseñadas por la propia Coco Chanel.

Una especie de galería sagrada para cualquier amante de la moda.

Estábamos embobadas cuando al fin escuché mi nombre. La espera, sin duda, valió la pena, pues probamos mozzarella de búfala con tomatitos frescos y aceite de oliva, pan recién hecho, ravioles de ricota, el mejor risotto (cremoso y consistente) con hongos porcini y un tiramisú de antología.

Pero había más que explorar y es así como al día siguiente llegamos a ‘Gusto, una sofisticada hostería que tiene una “hora del aperitivo” en la que por únicamente 11 euros uno puede obtener un delicioso aperol spritz, adicionado con frutas y especias (una de las bebidas más famosas deItalia y un éxito casi desde el momento de su presentación en 1919), además de acceso a un minibufete en el que casi siempre hay pastas, ensaladas, quesos, carnes frías, quiches y otras pequeñas botanas que, sin duda alguna, son ideales para abrir el apetito, para luego pasar al área de restaurante donde ofrecen platos más complejos, como pastas con mariscos, lasagnas y otras recetas típicas, pero siempre con un toque contemporáneo.

Pero en nuestra travesía descubrimos otra presea de la gastronomía local: la Pizzeria Da Baffetto, una de las más famosas de Roma, en la que es posible comer maravillosas pizzas con hongos,vegetales, embutidos y hasta con una corona de huevo estrellado.

Vía:  Vanidades 

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